Entre lo que se conocen como nubes artificiales o antropogénicas, creadas por la actividad humana, están las producidas por el humo de las chimeneas industriales, los incendios forestales, el smog o las estelas de condensación, esas rayas blancas que dejan en el cielo a su paso los aviones. Pues bien, en los últimos años el mundo pseudocientífico ha propagado una teoría conspirativa según la cual estas últimas serían chemtrails –estelas químicas– emitidas por alguna organización gubernamental secreta.
Supuestamente, una red de aviones de origen desconocido realizaría maniobras misteriosas con el objetivo de diseminar productos contaminantes, bien para propagar enfermedades, bien para modificar intencionadamente el clima de la Tierra. Se trata de una idea absurda rechazada drásticamente por la comunidad científica, pues se basa en pruebas infundadas, como la imposibilidad de que las estelas permanezcan durante horas en el cielo o la inexistencia de este fenómeno antes de los años 90.
Sin embargo, lo que sí es cierto es que las estelas de condensación se han convertido en un elemento más de modificación del clima. Por un lado reflejan parte de la radiación solar que llega a la atmósfera, con lo cual se reduce la cantidad de energía que alcanza la superficie, aunque sea en magnitudes muy pequeñas. Además absorben el calor procedente de la Tierra, que es devuelto a la atmósfera durante la noche, y así contribuyen a que las temperaturas mínimas no desciendan tanto de madrugada. Actualmente conocer el impacto de estas estelas producidas por el creciente tráfico aéreo es un objetivo primordial para la comunidad científica.
Información aparecida en el reportaje Nubes de pega, escrito por Jacob Petrus, en el número 392 de Muy Interesante.
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